jueves, 20 de junio de 2013

SOBERBIA DE HOMBRE por LILIANA LAPETINA


Tu cuerpo eclipsa el sol,
erguido, triunfante, altivo.
Tu sombra cubre al resto de los hombres,
tu aliento compite con el viento cálido del verano
y despierta cortejos en las mariposas.
El mar se hundió en tus ojos,
solo espuma dejó en la arena
que recibió al ocaso en lecho de algodón.
Dunas doradas bajan por tu espalda,
se estrechan en tu cintura,
se contraen briosas en tus muslos,
conteniendo una virilidad en acecho.
Piernas torneadas, infinitas,
sostienen al hombre pleno, vibrante,
vencen la resistencia de la arena
que desdibuja tus plantas de león.
Creas un espacio erótico donde se pierden
estrellas fugases
y sucumben corazones apasionados.
Tus brazos se anudan sobre el pecho,
negando todo el sexo contenido,
y mientras una lava ardiente recorre tus entrañas,
tu mirada busca hambrienta
ese amor que se hundió en el olvido,
junto a unos labios encendidos de besos
y un cuerpo de costas sinuosas, amadas…
Buscas en las sombras del atardecer
a esa mujer que te dejó prisionero de un recuerdo,
con noches sin comunión de cuerpos,
con playas secas de caricias.
El viento hostiga tu cuerpo
que se desgrana como arena
en la soledad del páramo.
                                        

martes, 18 de junio de 2013

POLVO ENTRE LOS POLVOS por PATRICIA SIGNORI




El pan se luce en la mesa 
como si fuera un sueño
ante esos cuerpos hambrientos.
El mar se ve a través
de los vidrios y es magnífico.
Hay quienes se ponen a bailar
entre las olas.
Día a día y con firmeza
se buscan las personas,
para perder la soledad.
Como un yeso prometido de un artista
el deseo queda helado y da miedo.
 Es clara la penumbra y se ven
los frutos maduros.
La verdad se hace difícil cuando
es tiempo de enterrar pensamientos ocultos.
Pero todo se olvida ante la muerte
y yo pido perdón por anhelarte,
polvo entre los polvos.

domingo, 16 de junio de 2013

SEMEJANTE A MÍ por MARÍA ELENA FUSTER (poesía erótica)


Rompe los muros temporales
este ser de ojos amanecidos,
fundiéndose en el aurora de la mañana
como manantial que se alimenta a sí mismo.
Ojos como luceros ardientes,
abismándose en la gloria del deseo.
Mi hombre
boca de lirio perfumado,
que al besarme, funde en mi hálito el beso
De ojos como brasa encendida
derritiéndose en el rescoldo de mi hoguera.
Mi hombre
con sexo de seda afelpada
encendiendo el principio de mi esencia,
que sube desde lo más hondo de mí.
Es, como león proceloso acosándome
en la eternidad del comienzo.
Sus manos apresuradas como
caballos desbocados, palpando
y recorriendo las lomadas de mi cuerpo.
Las manos de mi hombre
son palomas aleteando entre las mías.
Recorren el sendero como río que busca su cauce
y hacia el final del camino,
aquello que no cedía a su estoque frenético
como bálsamo nutriente, rebasa mi ser.
Mi vientre de manceba amanece,
mis muslos trasnochados descienden nocturnos,
sosegados, perfumados hasta el elixir que se derrama,
hondo, intenso, profundo.
Ya sólo él me habita, sólo él, sin nombre.
                                           

Posdata... el día 14-05-2013- Es decir, ayer, leí éste poema mío - Estamos leyendo a Octavio Paz y su poesía erótica-  realmente me sentí gratificada por el aplauso general que me brindaron todos mis compañeros de taller, incluso Marcela mí Profesora y amiga.  
La poesía erótica es uno de los géneros que más me gusta y en el cual me siento cómoda al reflejar todo mi interior que es rico en imágenes que me brindó ese ser amado con el cual compartí y enriquecí mi potencial del amor.



domingo, 9 de junio de 2013

CINCO PERFUMADOS JAZMINES por RAQUEL MATUZ PEÑA


    Presas en su boca las palabras  aguardan su turno para salir y decirlo todo. Muchos son los sentimientos y las cosas que  quiere expresarle: cómo se siente, que  la preocupa. Hablarle de la visita  de la tía Delia, del libro que le regalaron sus amigas, “las chicas”. Contarle  lo que se había estado acordando el otro día,  que el gato estaba comiendo poco, que el jazmín amaneció con cinco pimpollos nuevos.
   Está ansiosa por saber de él, de los chicos, de Bianca, del trabajo, decirle que lo quiere, que le gustaría que la visiten más seguido.
   Cada mañana antes de almorzar sale a la puerta a esperarlo. - Está muy ocupado siempre.- Se consuela,  cada vez, al ver que no llega. Otro tanto hace al atardecer  y así cada día repite el mismo ritual.
  - Tal vez son demasiado las cosas que quiero contarle y está siempre tan apurado. Solo le hablaré de lo más importante. De mi problemita de  salud, mejor no le hablo. Para qué preocuparlo.   
   Llegó a visitarla el domingo a última hora de la tarde. Se la veía contenta y entusiasmada. Sabía que como siempre, no tendría tiempo para escucharla.  Quería decirlo todo.  Él  la vio venir y se adelantó. - Mañana paso y mientras me sebas unos mates   hablamos. Pasé solo un ratito para  saludarte.  Se inclinó para darle un beso.
-¡Qué pena! No podré contarle que el jazmín amaneció con cinco  pimpollos nuevos. – Pensó  y la imagen de su único y tan querido hijo se  desdibuja y se pierde  confusa en los laberintos de su mente ensombrecida. El tiempo se detiene, el desconcierto le gana a la certeza,  la angustia a la alegría, la oscuridad a la luz.
   Las palabras  asustadas, convertidas en fantasmas escapan y se ocultan tras las cortinas para no ser vistas. La adversidad  cambia el color de la mirada y lo que ayer fue urgente, hoy es intrascendente.
  El lunes  al atardecer  la familia se reúne  en la casa. Y ahí están desconcertadas sus cosas: la silla vacía, el mate de cuero, los libros, el almohadón, el gato.  Cada rincón, cada cosa es un recuerdo, una reminiscencia que marca la ausencia. Trás la ventana, el jardín,  en él languidecen tristemente  cinco  perfumados jazmines.  Al verlos Samanta, la menor de sus nietas exclama: - ¡Qué lástima  no haberlos  visto!  Le hubiera gustado a la abuela  llevarlos al cielo. Ante esas palabras, la  silenciosa sombra que ocupa la silla vacía, sonríe.